Sana hasta la vacuna


Nací sana como todas las demás personas afectadas de Poliomielitis.
Era una bebé linda y risueña
El virus llegó después.
Yo tenía cinco meses.
Así que recordar, no recuerdo nada.
Me contaron que me pusieron la segunda dosis de la vacuna.
Y empecé a enfermar. Como una gripe me explicaron mis padres.
Fiebre. Mucha.
Y de repente, no podía mover nada de lo que hasta entonces movía con facilidad.
Nada, el virus me afectó a cuello, tronco, y extremidades.
Me convertí en un bebé fláccido. Bebé inerte.
Y nuestra vida cambió para siempre.
Mi mamá me llevó a Madrid mientras mi padre permanecía en Adra, Almería, lugar donde contraje el virus.
Nos alquilamos una habitación cerca del hospital donde cada día me llevaba a hacer rehabilitación durante toda la mañana. Mi madre cuenta que aunque terminara antes los fisios y enfermeras me secuestraban porque era adorable. También muy pequeñita, comencé a los 8 meses.
Y seguí yendo cada día hasta los 17 años.
Cuando le pregunto a mi madre y le muestro mi admiración ella le quita importancia.
“No pasa nada, era lo que había que hacer y se hizo. Recuerdo que una vez en la carnicería alguien me dijo “oh, pobrecita….” y yo respondí “¿pobrecita? ¿tú cómo ves a mi niña, triste o contenta? “ (yo lucía mi mejor sonrisa como siempre antes y después) . Contenta, respondieron. Pues eso, dijo ella.”
También a veces les he preguntado ¿y no hicisteis nada respecto a la vacuna? Según le dijeron estaba en mal estado, aunque fue en el año 1973.
Me respondieron “no, para demostrar que estaba mal hecho tenían que hacerte más pruebas y pasar más tortura, y creíamos que con lo que estabas viviendo ya era suficiente”.
Y así quedaron inmunes, los dueños de las vacunas y sus ganas de jugar a ser dioses.
Y el bebé inerte poco a poco comenzó a recuperar algunos músculos conservando siempre las ganas tremendas de vivir.

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