contra
el borde metálico de la junta de dilatación
que
solo he visto en hospitales.
El
amable celador volaba por los pasillos.
El
clack me conectó con aquel otro de hace tantos años.
Entonces
era yo a la que transportaba otro amable celador,
en
una cama.
Mi
cuerpo había sido abierto de arriba abajo para enderezarlo.
Como
a un arbolito, le pusieron hierros sujetados con alambres.
Injertos
de mis propios huesos para que al crecer y ramificarse
hicieran
de aquel hierro mi sostén.
Siete
horas abierta, sangrando y bailando entre la vida y la muerte.
Llena
de tubos, vías, drenajes, sondas y demás maravillas.
Ese
clack me partió entonces por la mitad.
Mientras
el celador volaba por los pasillos, yo lloraba del dolor.
Solo
tenía 12 años y ya había aprendido a aguantar sin replicar.
Me siento tan unida a lo que escribes, que como si estuviera escuchando mis propios pensamientos.un saludo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Me encanta saber que te llegan las mías. Abrazo inmenso
EliminarCrecimos entre batas blancas,instrumental frío,olor a desinfectante...dolor a veces infinito que los adultos confundían con la ñoñería (que sabrían ellos).y las horas de rehabilitación que no se sabía muy bien para que
ResponderEliminarTal cual. Todo mi cariño
EliminarVaya hierro te pusieron. Yo me negué con 30 años, y con 60, me lo ofrecieron otra vez, casi me lo pongo, pero me acobsrdé.
ResponderEliminarSoy Cortés.
Te quiero ❤️
Eliminar