Sonrisa



La niña nació llorando.
Era febrero, hacía frío.
Siguió llorando más de un mes.
Nada parecía consolarla.
Poco a poco fue aprendiendo la sonrisa.
Se la ponía muy temprano por la mañana,
mientras su padre le ayudaba a colocarse
aquellos hierros gélidos,
atados con correas de cuero
a su piernecita sin fuerza.
Salía a la calle con ella.
Había momentos en los que la perdía,
cuando cualquier cotidianeidad la hacía sentirse
diferente y apartada.
Sin embargo en seguida la recuperaba.
La entrenaba a diario,
igual que su cuerpo maltratado por las ansias de poder.
No había tregua en un lugar tan hostil.
Su sonrisa fue su arma para sobrevivir.
Luego, más tarde, se volvió su propia enemiga.
Pero ese es otro cuento,
que ya te contaré si eso.

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