No puedo quejarme.
Normalmente suelo escuchar esta frase
después de una exposición del drama personal
que le toca a la persona en este momento.
Tras vomitar su dolor,
la conclusión suele ser
“pero no puedo quejarme,
después de todo lo que está pasando”.
Yo siempre respondo,
claro que puedes quejarte, estaría bueno,
que ni siquiera tengamos el derecho al pataleo.
En este cachito quiero ir algo más allá
de mi respuesta estándar.
La queja es el primer paso
para detectar que algo no va bien.
Si ni siquiera puedes quejarte,
tú misma te boicoteas el derecho al cambio,
a mejorar tu situación.
Es como si nos dirigieran a tragar con lo que sea,
sin cuestionar,
sin rebelión,
calladitos mejor.
Pues no, no me callo.
En la queja detecto lo que no me gusta.
Está claro, que quedarse anclado ahí
tampoco sirve para avanzar.
Es solo el primer paso:
reconocer exactamente qué está pasando.
Una vez localizado el problema,
no suele ser fácil porque nos perdemos en excusas varias
para no llegar al fondo de la situación,
lo siguiente es averiguar
qué puedo hacer yo para cambiarlo.
Generalmente culpamos al exterior
de nuestras desgracias.
En mi experiencia siempre hay una parte
que está en nuestras manos.
Aunque solo sea buscar herramientas
para aceptar una situación dolorosa e inevitable.
Si dejas que todo dependa del exterior,
es lógico que concluyas con que no puedes quejarte.
Sin embargo, buscar tu propio camino
para resolver lo que te atormenta,
suele pasar primero
por la queja.
Después,
por asumir la responsabilidad
de nuestra propia vida.
Consiguiendo así,
la libertad plena.
¿Cómo lo ves tú?
¿Crees que puedes quejarte?
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Muchas gracias 😊
Por estar, por leerme y encima dedicar un ratito de tu vida más para compartir tu opinión y tu sentir.
Todo mi amor 💕