Los colores de la luna

La luna llevaba ya un tiempo sin ni siquiera querer mirar a los humanos.

Entraba, salía, engordaba y adelgazaba sin echar un vistazo para abajo.

Contenta la tenían.

Después de tanto, los vio obedecer las leyes más injustas sin cuestionar nada.

Leyes que provenían de los mismos que llevaban siglos de explotación intentando robar la humanidad de sus corazones.

Por eso prefería ya ni mirar.

Ese día no sé muy bien qué le pasó,

que le dio por prestar atención.

Escuchó los sollozos de la niña,

que buscaba en el cielo el alivio para su alma.

La misma niña de entonces,

la que tanto la conmovió en el otro cuento.

Refunfuñando, pues no era su plan acercarse a un humano más, le preguntó.

“¿Qué te aflige tanto hoy, niña de mis amores?”

Una gran sonrisa, afloró en los labios de la niña. 

¡Por fin!¡La luna volvía a su vida!

“Gracias por escucharme, luna bonita.

Mi alma está dolida, los humanos están divididos.

Cada cual piensa que su color es el mejor, y no hacen nada por entenderse.

Mi sensibilidad no me permite llevar esta situación con facilidad

y no puedo dejar de estar triste”

“¡Ay niña de mis ojos! No imaginas cuánto te entiendo.

Sabía que esto llegaría a ser así, viendo lo visto.

Llevo un tiempo sin aparecer por vuestras vidas, por eso mismo.

No puedo entender cómo habéis llegado a este momento,

sin embargo te voy a intentar ayudar con lo poquito que sé.

Un humano puede ser rojo y otro amarillo.

Sus colores son preciosos, pero si los unen, sale un naranja espectacular.

Igual pasa con el verde y el rojo, dan lugar a un marrón todopoderoso.

El amarillo con el azul juntos te regalan el verde más luminoso.

El azul y el rojo al fusionarse nos devuelven un morado explosivo.

El arco iris los forman siete colores,

ninguno de ellos por separado lo podría conseguir.

Y así todos.

Y así con todos.

No sé si te servirá de algo, pero al menos ya no te escucho llorar tanto”, concluyó la luna.

“Muchas gracias luna hermosa.

Voy ahora mismo a buscar papel y lápices de colores.

Los humanos entienden mejor con las imágenes que con las palabras.

A mí me ha servido.

Ojalá los demás también lo entiendan.

Qué tengas una buena noche, luna salerosa.

Te quiero”, se despidió la niña secándose los ojos.

“Y yo a ti, niña maravillosa.

Que tengas dulces sueños “,

contestó la luna, que sin saberlo,

ya estaba sonriendo.





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