Cuánto dolor

Cuánto dolor acarreamos los humanos.

Desde niños lo vamos tejiendo,

hasta convertirlo en la gran mochila

que cargamos de adultos.

Todo por no aprender a gestionar emociones,

sensaciones,

sentires

y quereres.

Dando más de lo que podemos,

de lo que queremos.

Escondiendo lo que nos hiere,

creyendo que tapándolo desaparecerá.

Y así se convierte en algo

cada vez más doloroso.

Luego nos toca relacionarnos

con los demás.

Otros adultos profundamente machacados

desde su más tierna infancia.

La comunicación brilla por su ausencia.

Queremos decir y parece que atacamos.

La susceptibilidad a flor de piel.

La impotencia nos revienta por dentro.

Nos impide mirar con los ojos del alma.

Solo sabemos conectar con nuestro dolor primitivo

que nos convierte en seres débiles,

crueles,

huidizos.

Tanto pesa la mochila del dolor

que a menudo andamos jorobados.

Si solo aprendiéramos a llorar cuando duele.

A reír cuando toca.

A pedir cuando necesitamos.

A transmitir nuestro sentir sin herir.

Si pudiéramos comunicarnos

en libertad y desde el amor.

Todo esto cambiaría.

Habría mucho menos dolor

acumulado por las esquinas.

Ojalá vayamos aprendiendo

a vaciar la mochila.

Con cada piedra que dejamos en el camino

el pecho se abre un poquito más,

para respirar mejor.

Que nos entre todo el aire.

Que nos inunde todo el amor.











Comentarios