Reflexiones post masaje

Esto de tener una mala salud de hierro

cuesta un pastizal.

Las personas con enfermedades “crónicas”

somos desahuciadas por la inseguridad social.

Si creen que tienes alguna posibilidad de mejora,

algo intentan.

En mi experiencia, más bien que mal,

pero al menos lo intentan.

En nuestro caso ni siquiera eso.

Mejorar, a lo mejor no mejoramos,

aunque siempre podemos intentar evitar empeorar.

Pues si quieres que así sea,

toca desembolsar.

Lo cuento ahora que acaba de irse mi fisio osteópata

después de mi sesión semanal.

Si no fuera por ella, la homeopatía, el apoyo psicológico,

el yoga, la marihuana y todo lo demás,

no sé qué sería de mí hoy.

Ni siquiera sé si aún seguiría por aquí.

Suena dramático, pero no lo es.

Es real como la vida misma.

Y para mantenerme “así de bien”, (ejem, ejem),

tengo que hacer un desembolso constante.

Cuando no es todo lo que ya os he contado,

llegan los aparatos, las muletas,

los coches adaptados

o la scooter que me da la libertad.

Todo pasta.

Que tengo la suerte de poder ir contando con ella más o menos

porque tuve un empleo que me dejó una pensión medio digna,

que gasto casi íntegramente en vivir y en salud.

Me acuerdo de todos los compis que no cuentan con eso.

De los que a pesar de irse arrastrando siguen currando.

De los que no consiguieron una pensión

que les proporcione una calidad de vida suficiente

para estar tranquilos.

Y no entiendo cómo lo seguimos permitiendo.

Cómo no cambiamos la situación hacia una sociedad

que cuide a quien necesita los cuidados.

Tan ocupados estamos en producir para otros,

que nos olvidamos de lo más sagrado.

Y en este lado cualquiera puede estar,

cuando menos te lo esperas.

Porque la vida es muy así,

muy de darte la vuelta.

No nos enteramos.

Ir poco a poco educando a las nuevas generaciones

en los cuidados a los más débiles

sería nuestra única escapatoria.

No sé si eso está contemplado,

lo dudo mucho.

En fin, mis reflexiones después de una terapia de tantas

que recibe mi maltrecho cuerpecito,

para poder seguir adelante.

Para poder seguir contando lo que nos pasa a tantos

y casi nadie sabe.

Para despejar mi alma de tantos sinsentidos que vivo.

Gracias por estar al otro lado.


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