¡Qué suerte tienes!

 













Esta frase la llevo escuchando desde niña en diferentes contextos.

¡Qué suerte tienes que no tienes que ir a la clase de gimnasia!

- Nadie sabía entonces que yo lo que de verdad deseaba

era quedarme con las demás niñas,

hacer lo que hacían ellas,

no quedarme apartada en un rincón simplemente mirándolas.

¡Qué suerte tienes que no vas al cole!

- Me habían operado, estaba rajada de arriba abajo.

Nadie sabía que prefería estar en el cole,

mejor que en un hospital llena de tubos y rajas.

¡Qué suerte tienes que ya no trabajas!

-Me concedieron tras mucha lucha la absoluta, con 34 años de edad.

Al principio no sabía qué responder,

ahora cuando me lo dicen ya no me callo:

cuando quieras, te lo cambio”.

¡Qué suerte tienes, que vas ahí sentada!

- Preferiría andar sin cansarme, correr cuando haga falta.

No es una suerte estar sentada,

es una necesidad para seguir teniendo alas.

La única suerte que tengo es que gracias a todo esto,

aprendí a conectar con las almas.

Lo demás solo han sido dificultades en mi vida,

que he podido superar y transformar en oportunidades.

Y no, no es suerte,

es más bien

una putada

Comentarios