Los virus de mi vida


Tenía 5 meses cuando empecé a conocer la crueldad
de lo que son capaces de hacer con sus virus y el poder.
Me inocularon el de la polio con su vacuna.
Mi cuerpo se paralizó.
Desde entonces, comencé a conocer la reclusión y el dolor.
Muchas horas de hospital, operaciones y cama.
Desde bebé.
Más adelante, ya con 33, el virus se volvió a reactivar.
Más reclusión, más dolor.
La vida me cambió, tuve que adaptarme a una nueva situación
en la que el día se reduce a las fuerzas que el virus me deja.
En estos últimos años, han sido muchos los días
que he pasado sola y enferma, encerrada en casa.
Sin ver a más humanos, sin abrazar.
Aprendí a estar confinada sin enloquecer por las circunstancias.
El entrenamiento me sirve ahora, 
que vuelven a atacar con su ambición sin límites
en forma de virus que aterroriza.
No le temo al virus que al fin y al cabo es un resfriado más
de los que a tanta gente mata desde que la vida, vida es.
No le temo a la muerte, ni propia ni ajena.
Todo eso me lo tuve que trabajar hace tanto ya.
Hasta ahora aún sabiendo que no era libre, sentía libertad.
Cuando reunía fuerzas podía acercarme a un parque, a la montaña o al mar.
El contacto con la naturaleza es lo que me salva.
Por primera vez en mi vida, siento la vulnerabilidad de la falta de libertad.
Jamás creí que viviría algo así.
Cada día despierto pensando que es una pesadilla, y que ya está.
Pero no, no está.
Esta vez han conseguido encerrar al mundo en casa.
Esta vez sus virus nos enfrentan con el miedo a morir,
y los humanos no saben gestionar esa realidad:
que para morir, solo hay que estar viva.
Y todo el mundo tiembla, y se encierra.
Y si no lo haces, la policía se encargará.
Y si la policía no está, otros humanos te juzgarán.
Y todo se vuelve muy loco.
Y yo aún sigo digiriendo tanta irrealidad.
Continuará…..

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