Todo
cambio en la vida lleva su proceso,
y
es el mismo ante cualquier circunstancia.
Mira
que lo he practicado veces, pues aún se me sigue olvidando.
En
este caso lo he vuelto a olvidar, aunque en seguida he retomado
gracias a la vida,
que
me da tanto.
Lo
primero que hice ante esta situación de locos fue negarla.
“Esto
no puede estar sucediendo, no me puedo creer que puedan conseguir que
la gente se encierre en su casa por otro de sus inventitos
maléficos”. “Seguro que reculan”.
Así
estuve hasta el domingo 15 de marzo, cuando entró en vigor el
decreto de la locura.
En
ese momento comenzó mi fase de resistencia.
“No
puede ser ¿qué están haciendo con nosotros? ¿qué podemos hacer
para que esto no suceda? ¿cómo voy a estar yo sin mi tan deseada
libertad?
¡No
quierooooooooooooooooo!!!”
Al
fin y al cabo, mi vida cambia poco como ya os contaba.
Mi
anterior virus reformó mi existencia hasta llevarla a una modalidad
de “enclaustramiento” forzoso por salud.
De
momento, a nivel práctico no noto la diferencia, sigo haciendo lo
mismo que hacía.
Con
matices, porque por ejemplo, estaba planeando un viaje a ver a mis
padres que no sucederá, y detalles similares en los que prefiero ni
entrar.
Sin
embargo desde un primer momento he sido muy consciente de las
distintas circunstancias que rodean a los humanos y que una situación
como la que estamos viviendo, les puede destrozar.
Estos
días lo he pasado mal. Tan mal que no era ni capaz de escribir, de
expresar, ni de consolar.
Sumaba
mal rollo al mal rollo que hay ya.
Eso
es algo que no me puedo permitir.
Mis
dolores aumentan si mi cabeza y mi alma se desalinean.
Así
que ayer tomé de nuevo las riendas, comenzando por fin con la
aceptación.
Desde
entonces siento que vuelve la paz y el bienestar.
La
historia es la misma.
Han
conseguido encerrar al mundo entre cuatro paredes, muertos de miedo
ante la incertidumbre de la muerte.
Los
helicópteros militares surcan el cielo y las fuerzas del orden se
crecen manteniéndolo, con el apoyo masivo de los ciudadanos. Eso y
mucho más sigue igual.
Sin
embargo yo empiezo a darle la vuelta a la tortilla y a darme cuenta
que si bien antes mi situación era de las chungas, en esta nueva me
siento muy privilegiada.
Tengo
herramientas para mantenerme cuerda en un encierro prolongado por la
fuerza.
Puedo
acompañar a otras personas para que no enloquezcan.
Estoy
rodeada de gatos, tengo plantas en mi balcón, un humano a quien
abrazar y una perra que desde que la encontré en la calle, me salva
la vida a cada instante.
Soy
afortunada y por fin puedo empezar a dar las gracias.
Llueve
y llega la primavera.
Los
pájaros no entienden de virus y cantan desaforados sin humanos que
les molesten.
Aquí
me tenéis, para todo lo que os pueda acompañar en vuestro proceso.
Mucho
amor, es lo que nos salva.
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Muchas gracias 😊
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Todo mi amor 💕