¡Qué bien vives!


 ¡Qué bien vives!, me dicen, 
y se quedan tan panchos.
Yo suelo contestar “un ratito nada más,
te presto mis dolores y mi vida,
y luego me lo repites, ¿quieres cambiar?”
Quienes me viven de cerca 
en seguida responden “¡¡¡¡nooooo!!!!”.
Los otros me miran raro y niegan por si acaso.
Es lo que tiene lo que no se nota,
que parece que no existe a los ojos de los demás.
Mi vida es muy dura, se la cambio a cualquiera 
de los que flipan con ella.
Tengo 46 años y vivo como si tuviera 80, 
pero de las cascadas,
que hay mujeres con 80 que me dan mil vueltas.
Mi día “hábil” se reduce a unas 5 o 6 horas máximo.
El dolor y el cansancio me acompañan 
como una segunda piel.
Hace años que no voy de vacaciones.
Mi pasaporte caducó y así se quedó.
Yo que volaba a rato sí, a rato también.
Organizar una escapada de fin de semana se me hace un mundo.
Yo que vivía con la maleta a medio hacer.
Mi vida no es fácil por mil razones.
Sin embargo, es la que tengo.
Así que no me queda otra que vivirla lo mejor posible.
Y al hacerlo con una sonrisa y sin la queja constante,
parece lo que no es.
Aceptar las circunstancias 
y disfrutar la vida que te toca.
No es vivir bien,
es que no queda otra.

Comentarios