Latir de amor

La enfermedad propia

es dolorosa.

La ajena

en ocasiones

me desquicia.

A veces siento

que nací para cuidar.

Cuidar me.

Cuidar les.

Lo bello de estos momentos

es la reconexión con la esencia.

Cada día voy

a comulgar

con mi mar.

Rezo

al universo.

Contemplo

la inmensidad del cielo.

Sé que todo es perfecto.

No temo a la muerte propia.

Quizás algo más a la ajena.

Nos aferramos a los cuerpos

de quienes amamos.

No queremos dejarlos partir.

Y a veces es necesario.

El dolor de los míos

lo asumo casi como propio.

Mi nivel de empatía es tan alto.

Mi sensibilidad extrema

me conduce a veces

a una tristeza

pegajosa

e infinita.

Si escribo

y lo cuento,

consigo librarme

de una parte.

Transito las emociones

como vienen.

Mantengo el equilibrio

en la zozobra.

Dentro,

muy dentro,

confío.

Agradezco

este camino

de la vida.

Este aprendizaje

continuo.

Este latir

de amor.

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