Esto de mudarse
se asemeja a un cumpleaños
o a un nuevo año.
Es inevitable hacer repaso
de lo vivido.
Y ha sido mucho.
Llegué a tierras hispalenses
allá por el 1999.
No vine a quedarme,
venía de paso.
En principio unos meses.
Que resultaron ser
más de veinte años.
Encontré un trabajo
que me consumió la salud
y parte de mi juventud.
Fueron años muy duros.
A la vez tuve una relación tortura
que me pasó también factura.
De mi paso por la cueva de Ali babá
me llevo los recuerdos
de miles de clientes maravillosos,
así como algún que otro compañero.
Luego enfermé
y esa parte fue
la que más me ayudó
a vivir
y a crecer.
Tanto sufrí,
que creía morir.
Como sobreviví,
pues desde entonces cada amanecer
es un regalo que agradezco
y disfruto todo lo que puedo.
Aquí me enamoré
y me rompieron el corazón.
Yo también rompí unos cuantos.
Tuve años gloriosos de sexo.
Viví el sueño del 15M.
De esa experiencia aún conservo cerca
almas excepcionales
que me han salvado la vida
más de una vez.
Aquellos años fueron muy locos
pero llenos de amor.
Creíamos construir un mundo nuevo,
cuando el viejo volvió a ganar la partida.
Después llegó la calma.
Mi barrio, mi micro mundo
y mis ansias por volar al mar.
Me volví a enamorar.
Esta vez de una manera más plena,
más sana,
mucho mejor.
Con él vivo los momentos más felices de mi vida.
Con él sobrevivimos a la locura más loca
que jamás pudimos imaginar.
Y le dimos la vuelta participando
en una red vecinal de apoyo mutuo
en la que evitamos naufragar.
Gracias a tanta locura,
buscamos refugio en el mar.
Y para allá nos vamos.
Ya quedan 5 días nada más
para embalar lo poco mucho
que quiero conservar.
Solo lo material.
Las emociones,
las experiencias
y el amor
se quedan conmigo
para siempre
jamás.
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