Cómo pasa el tiempo.
El último verano cerca del Guadalquivir
va llegando a su ansiado fin.
Queda remover más de 20 años de vida aquí.
Empaquetar,
desechar,
regalar,
tirar,
guardar.
Elegir lo que quiero
que me siga acompañando en mi camino.
Una oportunidad para empezar de nuevo
más ligera.
Seleccionar solo lo que realmente importa.
Practicar con ganas el desapego material d
e lo que sobra.
No es fácil aunque lo parezca.
Puedo tomar una decisión radical
y volar solo con lo justo.
Puedo sentir miedo
y quedarme con todo.
También supongo que sería posible equilibrar.
Son ruidos que me llevan acompañando
todo este tiempo
y siento que si los saco de dentro
se volverán más livianos.
Cerrar etapa de tantos años de apalanque
es un placer a la vez que un reto.
Los movimientos cada vez me cuestan más.
Desde que en junio me sentí envenenada
hay días que incluso he elegido no entrar en la playa
por todo el esfuerzo físico que me supone
estar un rato tirada en la arena.
Me faltan las fuerzas.
Para lo físico y lo mental.
Las nubes no ayudan.
Aunque sé que remontaré el vuelo
en cuanto vuelva a mi paraíso particular.
Ya solo queda un mes más.
Un mes de despedidas y hasta prontos.
Un mes de dejar atrás
lo que duele
y quedarme solo
con el amor vivido.
Un mes nada más.
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