Una de rupturas

Romper una relación de pareja

no suele ser un proceso fácil.

En mi vida he tenido que tomar la iniciativa varias veces.

También la tomaron conmigo en alguna que otra ocasión.

Es lo que tiene haber pasado una existencia,

“de flor en flor”.

Cuando decidía yo

me encontré con dos casos posibles:

*Dejarlo porque me hacía daño.

Esa decisión es más fácil,

porque se trata de salvarte.

A menos que lo quieras mucho, mucho,

pero la relación no es sana.

Ahí se me desgarraba el corazón.

*Dejarlo porque no lo amaba.

Esta situación, es una putada.

Porque ellos sí me querían a mi

y yo quería quererlos

sin embargo, no podía.

Me trataban muy bien

y deseaba mantener

esos mimos y atenciones.

Aunque no a cualquier precio, claro.

Si la historia duraba más de la cuenta,

escudándome en un falso

“ a ver si consigo enamorarme”,

las consecuencias eran terribles.

Porque como estaba siendo infiel a mi misma,

empezaba a tomarle manía al otro.

Cada vez más.

Sin ganas de oír su voz

Sin ganas de oler su aroma.

Sin ganas de sexo.

Sin ganas de él

pero con ganas de que la relación funcionara.

Tanta necesidad de cariño tenemos los humanos

que más de una vez nos metemos en esos líos.

Cuando conseguía dejarlo y salir,

mi alma cantaba libre al fin .

El duelo lo pasaba antes.

Luego solo quedaba la alegría

de ser capaz de cuidarme a mi.

Todo esto os lo cuento porque

hay alguien a quien quiero mucho

que está justo pasando por este trance.

Desde aquí quiero enviarle

todo mi amor.

Transmitirle toda la fuerza

para que avance.

Que sé que no es fácil.

Que siempre ponemos mil excusas

para alargar la agonía.

Sin embargo, existe una vida maravillosa ahí fuera.

Al otro lado brilla más el sol

y se respira mejor.

Sé que lo lograrás.

Sé que será desde el amor más profundo.

Sé que todo estará bien.

Y mientras tanto,

cuenta conmigo.

Aquí estoy.

Aquí estaré.

Te abrazo a ti

y a quienes estéis pasando

ese mal trago.


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