Del cielo al averno.
Al borde del acantilado
me volví a encontrar.
Perdida entre mares soñados
recuperé mi paz.
Entre tanto sentí la vida
recorrer mis venas.
La volví a amar.
Una vez más.
El día y la noche se fundieron
en sueños interminables.
Las escamas de los peces podridos
las tiré por el precipicio.
Sin caerme.
Me reconocí.
Me miré.
Me amé.
Disfruté de mi esencia.
Conecté con el amor más puro
que tú sabes darme.
Que yo sé darme.
Que el universo
me regala cada instante.
El averno quema.
Solo deseas escapar.
Antes hay que despedirse.
Antes hay que empaquetar
los recuerdos del olvido.
Para luego volar.
Y seguir amando.
Con nuevos horizontes.
En el mismo mar.
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