La
mayoría de la gente que me encuentro,
me
cuenta lo bien que le ha sentado.
No
sé si de verdad se lo creen
o
es que parar para ellos era tan necesario,
que
aún en circunstancias crueles,
lo
agradecen.
Yo
no necesitaba parar porque es lo que hago casi siempre.
De
hecho aproveché el encierro para activarme
y
poder dar a los demás.
Sin
embargo noto la factura física y emocional en mi ser.
Ni
siquiera ahora que se supone que puedo ir y venir a mi aire,
termino
de encontrarme.
Solo
junto al mar, volví a sentir esa paz sublime.
Algo
me sigue inquietando, demasiado sinsentido de repente.
Escucho
a la gente con sus vaivenes, que serán supongo,
los
que les venden.
Todo
me parece ilógico, insano y sobretodo cruel.
Nos
tapan la boca, ahora más que nunca.
Censuran
todo lo que no tenga que ver con sus intereses.
Muchos
seres humanos siguen sin abrazar, ni ser abrazados.
Venden
una salud, que ni ellos mismos se la creen.
Lo
miro todo desde lejos, como siempre.
La
mirada que da tantos años sin tele
y
sin sus macabras informaciones.
Restricciones
al pil pil,
aplaudidas
por la gran masa.
Y
mientras nos dividen
con
su rojo o azul,
blanco
o negro,
mujer
u hombre,
siguen
ganando los mismos,
y
la humanidad pierde.
Más
amor,
por
favor.
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