Mis
tomateras son más fuertes en otoño que en verano.
fue
pasar de escribir medio libre entre rayas,
a
ajustar mis malas letras a una cuadrícula
ínfima
e infinita.
Las
monjas me comieron la cabeza además,
con
lo que estaba “bien” y lo que estaba “mal”,
así
que cuando me masturbaba,
pedía
perdón a una foto del papa.
Me
sentía culpable por darme placer.
¿Hay
algo más cruel?
Ahora
escribo en páginas blancas y
me
masturbo sin remordimiento,
tanto
como deseo.
Quizás
soy como mis tomateras,
más
fuerte en mi otoño
que en mis otros veranos.
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