Mi abuela Luisa me contaba muerta de risa,
que con apenas dos años me iba a sentar en una silla
y al intentarlo exclamé
¡coño que me caigo!
Era una de sus anécdotas favoritas.
Flipaba con lo bien que hablaba ya.
Hoy la recuerdo con una sonrisa
y me sirve para empezar a hablar
de nuestras temibles caídas.
Muchas de las personas que contrajimos el virus de la polio
hemos caminado tras mucho esfuerzo a trompicones.
Con ayuda de nuestras órtesis y muletas,
nos hemos pasado más de media vida
deambulando de aquella manera.
Así que es fácil y frecuente el aterrizaje forzoso.
A mí personalmente de niña me enseñaron a caer.
Sí, como lo lees.
Me tiraban al suelo para que aprendiera a no hacerme daño al caer.
Estoy segura de que con la mejor de las intenciones.
Y no sé si por esto o por la laxitud de mis tendones,
he sido de las pocas afortunadas que aún no se ha roto nada
(toco todos los bosques del mundo para seguir librándome).
Sin embargo el miedo a caer mal, me acompaña
igual que a todos los que siguen caminando.
Es cierto que ya utilizo mucho más las ruedas que los pies,
pero aún sigo arriesgando.
Jodernos cualquier parte de nuestro cuerpo
implica una posible dependencia total.
Una mano, un brazo, una pierna o un pie
son partes esenciales para nuestro día a día.
Yo por ejemplo, para casi cualquier movimiento
necesito mis brazos y mis manos.
Mis abdominales no funcionan y mis piernas tampoco.
Si me doblo un dedo, estoy perdida.
Leo a compañeros lesionados y mi empatía hacia ellos es infinita.
Sé lo que es no poder moverse por una lesión.
Aunque no me rompí nada,
sí que tuve varias veces que estar parada y dependiente
por una mala caída.
Intento ir con mucho cuidado.
En casa mayormente ruedo.
En la calle también.
Los pocos pasos que doy intento que sean seguros.
Aún así nadie me libra de poder caer.
A quienes estáis en esos momentos, todo mi amor.
A quienes arriesgáis más de la cuenta,
recordaros que ya no nos queda nada más que demostrar,
que podemos rodar y no pasa nada.
Ahora nos toca cuidarnos.
Ahora nos toca mirar por dónde vamos.
Y rezar, para no tropezar
ni tener un accidente indeseado.
Querida María.
ResponderEliminarSiempre el corazón en tu escritura.🙏❤️