¿Cómo convivir con alguien con salud inestable?

 

En este caso, la de la salud inestable soy yo. 

Mi pareja es quien convive conmigo. 

Resumiendo mi estado físico,

 unos días va todo bien y otros

 no puedo con mi alma. 

El malestar, el dolor y el cansancio 

llegan sin avisar.

Como esta relación nos ha pillado con ganas de aprender, 

hemos querido que sea sana. 

Mi actitud ante un día de los chungos hasta hace poco 

era de resistencia y falta de aceptación. 

Me negaba a sentirme así, y arremetía conmigo misma 

y contra quien tuviera cerca. 

Tanto me enfadaba, que el ambiente que creaba

 era peor aún de lo mal que me sentía. 

Y se liaba, y tanto que se liaba. 

Ahora en cambio, en mi crecimiento personal 

y con la ayuda y el apoyo de quien me hace sonreír cada día, 

he decidido estar más pendiente de mis momentos y emociones. 

Cuando llega un día de los duros, en seguida lo comunico. 

Hago saber mi malestar, a mí misma y a quien me rodea. 

Así consigo aceptarlo y que se sepa. 

Es milagroso lo que sucede con un cambio aparentemente tan pequeño. 

Por un lado, yo estoy más tranquila. 

Acepto lo que hay, y sé que en cualquier momento pasará. 

Me permito estar mal, y me cuido más. 

Por otra parte, mi compañero de vida, sabe también a qué atenerse. 

Ese día los planes serán más tranquilos, a mi ritmo, diferentes. 

Pero eso a él no le importa.

 Le molestaba que le atacara cuando me sentía mal.

 Eso sí le dolía y no podía entenderlo. 

Desde que  me comunico, y lo acepto, 

nuestra convivencia es mucho más fluida y amorosa. 

Cambia mi salud, y no nuestro amor. 

Así puedo cuidarme mejor. 

Así puede cuidarme mejor.

  Así podemos cuidarnos mejor.  

Así vivimos mucho mejor. 

Así, más amor. 



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