Pingajillo

 









Pingajillo” le llamé durante años.

Mi piececillo,

pequeñito,

diferente.

Y como no lo aceptaba,

lo nombraba raro,

para que pareciera que lo tenía todo súper superado.

Un pie de bebé.

Pierna de polichinela”, la denominaban los médicos.

Cuando la polio se ceba, y te la deja sin ninguna fuerza.

Un amasijo de huesos, carne,

y músculos dormidos que de alguna forma

cuelgan de tu cadera.

Eso era para mí, mi pierna derecha.

Aunque la izquierda también la atacó el virus,

conserva más musculatura,

y tiene “otra pinta”.

Era la derecha, y concretamente el pie

lo que no terminaba de aceptar.

Hasta que empecé con las fotos de los desnudos.

Primero me reconcilié con mi espalda,

llena de cicatrices y torcida.

Durante muchos años, no quería ni mirarla.

En mi primera foto para el día 24 de octubre,

día mundial de la polio y síndrome post polio,

la quise retratar.

La espalda y la pierna derecha.

Lo del pie vino mucho después.

Hasta que no hicimos el vídeo de “almándonos”,

no dejé de llamarlo “pingajo”.

Ahora lo fotografío, lo toco, lo acaricio.

Y me encanta.

Tan pequeñito,

tan distinto.

Los caminos de aprendizaje son infinitos. 

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