Eso de pedir ayuda…
ufffff…
Nos cuesta, ¿verdad?
No sé si es algo exclusivo
de las personas que fuimos afectadas
por el virus de la polio,
o es más general.
Os puedo hablar de lo mío,
lo nuestro,
que es lo que mejor conozco.
Desde niños fuimos educados para “poder”.
Para “no necesitar ayuda”.
Era importante para nuestros progenitores
convertirnos en seres independientes.
Muy importante.
Y así fue para nosotros también.
De esa manera, pedir ayuda
se convierte en un fracaso.
Si tú no puedes sola,
mal vamos.
Vivimos siempre sobre esforzándonos
para conseguir la tan afamada
independencia.
Sin embargo, llega un momento
en el que decides cambiar
muchas de las estructuras
que te han ido manteniendo a flote
durante tu existencia.
Esta es una de ellas.
Llevo unos años practicando
el pedir ayuda.
No es fácil.
Pero me sienta súper bien.
Porque casi siempre
encuentro gente preciosa
que disfruta dándome lo que necesito.
Y yo gano en bienestar.
No creo que eso
merme mi independencia.
Al revés, la favorece.
Porque no me canso tanto.
Porque estoy más pendiente
de mis propios límites
y necesidades.
Porque contar con los demás,
contra todo pronóstico,
siento que me hace
mucho más libre.
Grandes verdades que nos cuestan asumirlas, gracias por ofrecer tu experiencia para imitarte, un abrazo.
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